Corría el minuto 71 y el City se estaba empezando a desesperar, porque el dominio posicional y la hegemonía en la posesión no le alcanzaban ante un rival aguerrido y muy disciplinado. Todo seguía 0-0.

Pero en ese momento se dio una anomalía: los Citizens agarraron de contraataque a un Brentford que, como en varios pasajes del encuentro, había ido a buscar el gol pero, hasta ahí, siempre con cautela. Los de Guardiola salieron, rápidos como la luz, y avanzaron a toda velocidad hasta la mitad de cancha. Allí la agarró Julián sobre el centro y soltó rápido para Haaland, que contó con una cuota de suerte: el último defensor, su compatriota Kristoffer Ajer, se resbaló cuando quiso ir a trabarle el balón y le dejó el camino allanado para encarar directo hacia el arco. Y, se sabe, cuando eso ocurre casi siempre la consecuencia es el gol y esta vez no fue la excepción.

Respiró aliviado Guardiola en el banco. Porque hasta ese momento, Brentford había hecho un partido perfecto y merecía llevarse un punto. Sacrificado y solidario, le había cerrado todos los caminos al equipo de Pep y, además, había tenido dos ocasiones claras para anotar: ambas con el nigeriano Frank Onyeka como protagonista.

La primera había sido a los 15 minutos, cuando el africano se escapó por izquierda en un contraataque y llegó a queda mano a mano con Ederson, que atajó bien.

La segunda, a los 42: Onyeka cabeceó solo desde el punto penal, buscó el palo izquierdo pero le salió débil, por lo que Ederson contuvo sin mayores problemas.

Un error. Solamente un error y se quedó sin nada ante el implacable Manchester City.