"Vetaremos todos los proyectos que atenten contra el equilibrio fiscal"
El presidente dijo al Congreso Nacional que 2024 "será el primer año de superávit fiscal sin entrar en default en toda la historia argentina". Destacó además que el Presupuesto será "diametralmente distinto a lo que nos tienen acostumbrados" y "el más radicalmente distinto de nuestra historia".
El presidente Javier Milei destacó este domingo ante el Congreso Nacional que el Presupuesto 2025 será "diametralmente distinto a lo que nos tienen acostumbrados" y "el más radicalmente distinto de nuestra historia".
Por cadena nacional, afirmó que el proyecto oficial está concebido bajo la certeza de que "a más profundo el cambio, mayor tiene que ser el esfuerzo empeñado".
El presidente afirmó que el Presupuesto 2025 le pondrá un "cepo al Estado" y "va a cambiar para siempre la historia de nuestro país" y remarcó que el objetivo es "blindar" el equilibrio fiscal.
Milei agregó en su discurso "no hay nada más empobrecedor y que enriquezca más a los políticos que el déficit fiscal", al criticar el modelo de "la casta".
Además, planteó que "la justicia social no es justa sino extremadamente violenta, basada en un principio inconsistente que dice que donde hay una necesidad hay un derecho, pero las necesidades son infinitas y los recursos son finitos".
El presidente resaltó también que 2024 será el "el primer año de superávit fiscal sin entrar en default en toda la historia argentina". "Vaya si no será gestión", expresó.
"Hoy estamos aquí para presentar un proyecto de presupuesto nacional que va a cambiar para siempre la historia de nuestro país, de manera que podamos volver a ser la Argentina grande que alguna vez fuimos. Después de años donde la clase política vivió poniendo cepos a las libertades individuales, hoy venimos aquí a ponerle un cepo al Estado.
"Este proyecto de presupuesto que estamos presentando hoy aquí tiene una metodología que blinda el equilibrio fiscal sin importar cuál sea el escenario económico.
"Esto significa que, independientemente de qué ocurra con la economía a nivel macro, el resultado fiscal del sector público nacional estará equilibrado.
Este blindaje fiscal abre una nueva página en nuestra historia, a partir de ahora desconocida. A partir de ahora la Argentina será solvente, con la consecuente baja del riesgo país, de la tasa de interés y, en consecuencia, el aumento de la inversión, de la productividad, del salario real y, en definitiva, la caída de la pobreza y la indigencia.
No puedo dejar de comentar que estamos en esta misma casa donde, en diciembre del 2001, fue declarado y aplaudido durante la presidencia de Adolfo Rodríguez Saá el default de la Argentina. Ese default, que fue festejado y aplaudido de pie por la totalidad de la clase dirigente, sería el comienzo de un ciclo populista que ha destruido a la Argentina.
Algunos se preguntarán porqué yo estoy aquí esta noche. Decidí hacerlo personalmente por dos razones: primero, porque soy economista, además estoy orgulloso de eso. Soy el primer presidente economista de la historia Argentina, para ser más preciso. Y como soy economista, probablemente por deformación profesional, para mí el destino de un pueblo se juega en las definiciones económicas que tomo, porque solo sobre la base de una economía sana las personas pueden ejercer verdaderamente su libertad.
La primera y primordial de estas definiciones es acerca de qué se tiene que preocupar el Estado y cómo va a usar el dinero de los pagadores de impuestos.
La democracia moderna como la conocemos hoy es hija de una revolución que se gestó bajo el principio de que no puede haber tributación sin representación.
La segunda razón por la cual estoy aquí es porque vengo a proponer un proyecto de presupuesto diametralmente distinto a los que nos tienen acostumbrados. No solo distinto, sino el más radicalmente distinto de nuestra historia. A más profundo el cambio, mayor tiene que ser el esfuerzo empeñado para pelear por él.
El presupuesto nacional no es solo una ley más, es la ley de leyes, la hoja de ruta bajo la cual ordenaremos las prioridades de nuestra gestión. La piedra basal de este presupuesto es la primera verdad de una administración pública sana, la cual durante muchos años fue relegada en Argentina: el déficit cero.
Lo primero que hay que entender es que cuando los gobiernos quieren gastar compulsivamente y no les da el margen para seguir subiendo impuestos, como ocurre en Argentina, la única forma de pagar la cuenta es pidiendo plata prestada o imprimiéndola en el BCRA.
Como los políticos no entienden la restricción presupuestaria y no quieren dejar de gastar, generan déficit. Para cubrirlo, lo primero que hacen es tomar deuda, pero como no hacen el ajuste innecesario, la deuda se vuelve impagable y entonces defaultean. Así es como nos convertimos en el mayor defaulteador serial del mundo
Pero el default no es inocuo, produce la fuga de capitales, entonces los dólares comienzan a escasear y los políticos no tienen mejor idea que establecer aranceles o derechos de exportación para hacerse de los dólares del sector privado.
También establecen controles de capitales para intentar retener los escasos dólares que así genera el país.
Como eso produce que la Argentina se quede sin créditos en los mercados financieros, no tienen mejor idea que emitir dinero, lo que ya sabemos genera inflación. Nota del pie: porque la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario, le guste a quien no le guste.
Para combatir la inflación ponen controles de precios que hace 4000 años sabemos que no funcionan e inventan regulaciones que destruyen la propiedad privada, entorpecen el cálculo económico, destruyen capital y, en consecuencia, aumentan la pobreza e indigencia. Esta es la triste historia argentina de lo que los políticos y analistas llaman "política económica", que no ha sido otra cosa que la violación sistemática de la propiedad de los ciudadanos.
Dicho de otro modo, el déficit solo se cubre con deuda, que no es ni más ni menos impuestos futuros.
En Argentina más impuesto no puede haber, es el país con mayor cantidad de impuestos del mundo.
Una vez descartada la posibilidad de subir impuestos, la otra forma de solventar el déficit es con deuda, es decir, cargándole a las generaciones futuras el despilfarro de hoy. Esto no es otra cosa que entregar en el altar del populismo las vidas de nuestros jóvenes, es decir, implica el exterminio de las generaciones futuras, que hoy ya en un 70% son pobres.
Argentina, producto de ser el mayor defaulteador serial del mundo, no tiene acceso al crédito, por ahora.
Cuando esa alternativa se agota, el déficit se paga imprimiendo pesos, que es robarle a todos los argentinos mediante el señoreaje. Para que tomen dimensión de la estafa que hemos vivido: la política le ha robado a los argentinos cerca de 25 mil millones de dólares por año en señoreaje los últimos 20 años.
Y digo "robado" no como eufemismo, sino en sentido literal, porque cuanto más dinero se emite, cada peso que un argentino tiene en su bolsillo vale menos. Con el doloroso agregado de que la inflación es consecuencia directa de la emisión monetaria golpea entre 25 y 30 veces más a los que menos tienen.
En Argentina tuvimos déficit fiscal 113 de los últimos 123 años. Esos diez años que no tuvimos déficit fue porque ya había saltado todo por los aires y estamos en default. Prácticamente el 100% de nuestra historia moderna, los gobiernos incumplieron esta verdad básica de la economía y le pasaron la factura al común de los argentinos una y otra vez.
Este será el primer año de superávit fiscal sin entrar en default de toda la historia Argentina. Vaya si no hay gestión.
No es casualidad que hayamos vivido una inflación desorbitante durante le último siglo, habiendo terminado 2023 con la inflación interanual más alta del mundo, por encima de Venezuela y el Líbano. El huevo de la serpiente de todos los problemas económicos argentinos es el déficit fiscal.
¿A quién le puede servir este modelo? La madre del déficit es la compulsión inagotable de los políticos por el gasto público, que no conoce restricción presupuestaria alguna. Porque es solo gastando plata que no es suya que pueden hacer negocios para ellos, sus clientes y sus amigos.
La peor forma de gastar dinero es gastar el dineros de otros en otro, que es precisamente el gasto del Estado.
No hay nada, pero nada más empobrecedor para el común de los argentinos que el déficit fiscal. Y no hay nada que enriquezca más a los políticos que el déficit fiscal. Este es triste papel que el gasto público juega en el modelo de la casta.
La política ha adornado este modelo con buenas intenciones y marcos teóricos rimbombantes. Por años, los hemos escuchado hablar de la justicia social, que no solo es justa, sino que es extremadamente violenta porque implica sacarle a unos para darle a otros, basada en un principio inconsistente que dice que donde hay una necesidad nace un derecho. El problema es que las necesidades son infinitas y los recursos finitos.
Por eso cuando un político pide más gasto para repartir plata que no hay, en realidad lo que está haciendo es estafando a todo el pueblo argentino y jugando con el futuro de todos para anotarse un par de puntitos políticos con algún discurso pensante en el camino.
El político sabe perfectamente que, cuando aumenta el gasto público, le está poniendo la plata en un bolsillo a la gente para sacarle el doble por el otro bolsillo. Por eso vetamos el proyecto de aumento del gasto público que sancionó este Congreso y vetaremos todos los proyectos que atenten contra el equilibrio fiscal.
Hacemos esto porque no vamos a ser cómplices de estafar al pueblo argentino para adoptar una medida populista.
El único contexto en el que aceptaremos discutir el aumento de un gasto es cuando el pedido venga con una expresa explicación de qué partida hay que reducir para cubrirlo. Si no es así, será vetado.
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