Notas de Color Por: Martín Hernán Martini12 de abril de 2020

MALVINAS: ¿GUERRA PLANEADA O IMPROVISADA?

Una mañana de diciembre de 2019, luego de desayunar en el Malvina House Hotel, me dirijo al supermercado –uno de los dos que hay en Puerto Argentino- a proveerme de algunos víveres previo a iniciar mi recorrida por algún campo de batalla. Voy caminando por la costanera, la avenida Roos Road, cuando rememoro una imagen que muchos argentinos vimos por televisión el 2 de abril de 1982: la de los tanques anfibios argentinos entrando a la localidad, por esa misma calle en la que me encuentro ahora.



Recuerdo entonces que el plan de la Junta Militar que gobernaba el país era “ocupar las islas para obligar a la otra parte a negociar”, basada en dos premisas: 1) Gran Bretaña no reaccionaría militarmente, dada gran la distancia que la separa de Malvinas, y 2) Estados Unidos sería un mediador “neutral” en el conflicto de soberanía, que evitaría, en el hipotético caso de una reacción, el enfrentamiento armado.

En pocos días, el curso de los acontecimientos demostró la falta de visión estratégica de los militares argentinos que conducían el país. Ignoraron cuestiones elementales, tales como que Gran Bretaña es un país con una vasta tradición belicista, que no permitiría semejante afrenta, y que su socio principal en la OTAN era, nada más ni nada menos, Estados Unidos.

Al mismo tiempo, el gobierno conservador de Margaret Tatcher, al igual que el argentino, atravesaba graves problemas socio- económicos producto del ajuste impuesto a la población, y necesitaba un golpe de mano que le ayudara a encauzar las turbulencias por las que atravesaba. Aquél día de abril de hace 38 años, Argentina le servía en bandeja su oportunidad.

Casi sin darme cuenta, llego a la puerta del súper, llamado West Store: sin embargo, antes de hacer mis compras, decido cruzar la avenida costanera y recorrer un gran espacio verde que hay frente a la Bahía de Puerto Argentino. Una vez en el parque y con una hermosa vista del lugar, intento analizar -una vez más- como fue que, a días del desembarco, quedamos frente a frente con una de las mayores potencias militares del planeta.



Aquél plan de la Junta de “ocupar para negociar”, no podía empezar peor para la Argentina: tan solo 24 horas después de recuperado el archipiélago, la diplomacia a cargo del canciller Costa Méndez, experimentó su primer fracaso resonante: el Concejo de Seguridad de la ONU, convocado de urgencia por Gran Bretaña, promulgó -contra las previsiones argentinas- la Resolución 502, que dispuso el “inmediato retiro de las tropas argentinas de las islas”. No resultaron suficientes los intentos desesperados de Costa Méndez de lograr, a último momento, un veto de China o de la Unión Soviética.

En base a dicha resolución, el 5 de abril Gran Bretaña despachó su Fuerza de Tareas al Atlántico Sur, compuesta por dos portaaviones, gran cantidad de buques, submarinos, aviones de combate y efectivos: fue el despliegue militar más grande de ese país desde la Segunda Guerra Mundial. Quedaba claro que la reacción británica no se limitaría a una simple protesta o corte de relaciones diplomáticas, como ingenuamente habían previsto las autoridades argentinas, sino que la Primer Ministro Margaret Tatcher estaba dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias para recuperar las “Falklands” (Malvinas) por la vía militar (al fin y al cabo, un triunfo armado también le serviría al Reino Unido para consolidar su dominio sobre el archipiélago, montando poco después una base armamentística impresionante, en un lugar estratégico mundial por su cercanía a la Antártida -el reservorio de agua dulce más grande del planeta).

En apenas unos días, la idea del “toco y me voy” se reveló totalmente equivocada y todo el plan se derrumbó como un castillo de naipes. Solo quedaban al gobierno de facto dos opciones: 1) retroceder, retirando las tropas hacia el continente, o 2) encarar la defensa del archipiélago.

A esa altura, no resultó un dato menor el masivo apoyo a la acción de recuperación por parte del pueblo argentino -volcado a las calles los días 2 y 10 de abril- y de la mayoría del arco político, sindical, científico, cultural, etc, (como siempre, con las excepciones del caso), lo que no solo quitó margen político a los jefes militares para volver sobre sus pasos, sino que los envalentonó en la idea de que un eventual triunfo en el campo de batalla, daría un nuevo impulso al desfalleciente Proceso de Reorganización Nacional, que lidiaba por esos días con una caótica situación económico- social y graves denuncias sobre violaciones a los derechos humanos en su contra.


Junta Militar: de izquierda a Derecha: Anaya, Galtieri y Lami Dozo

Así fue que, cuando la Fuerza de Tareas británica puso proa hacia el sur, se decidió encarar la defensa, enviando algunos Regimientos de infantería, en muchos casos sin sus elementos de apoyo, ni sus secciones de servicios, armas pesadas y elementos de transporte. Todo se desarrolló casi sin planificación previa, de apuro ante las nuevas circunstancias, y en forma totalmente descoordinada entre las tres fuerzas, lo que derivó en serias deficiencias logísticas que repercutieron negativamente sobre el personal desplegado.

Entre los soldados, se movilizó a la clase 1963, muchos de los cuales hacía apenas semanas que habían comenzado su proceso de instrucción en virtud de la ley de Servicio Militar Obligatorio, y poco o nada sabían acerca del manejo de armas. Una sola palabra podría resumir el nuevo cuadro de situación: improvisación.

Asimismo, a fines de abril Gran Bretaña impuso la llamada “zona de exclusión total” alrededor de Malvinas, que en los hechos significó el comienzo del bloqueo naval y aéreo, impidiendo un adecuado flujo de abastecimiento desde el continente, sostenido solamente hasta el final de la contienda por los aviones Hércules de la Fuerza Aérea, a través de arriesgadas misiones de transporte de víveres, armas, soldados, y demás elementos esenciales.

Mientras tanto, las esperanzas argentinas de que Estados Unidos evitara un enfrentamiento total, se desvanecieron por completo: luego de la fallida mediación del Presidente Reagan, a través de su Secretario de Estado Alexander Haig, a fines de abril el “mediador” culpó a la Argentina del fracaso de las negociaciones y declaró el abierto apoyo de la potencia del norte a su socio en la OTAN, a quien comenzó a proveer de armamento de última generación y valiosísima información de inteligencia, que ayudaron a pronunciar, aún más, la evidente diferencia de poder militar entre ambos contendientes.

De esta forma, quedaba al descubierto el segundo grueso error de apreciación de los jefes militares argentinos al planear el desembarco: que si los ingleses reaccionaban, Estados Unidos se mantendría neutral en el conflicto. El panorama se oscurecía cada vez más…


 Margaret Tatcher "La Dama de Hierro"

De repente me doy cuenta que se me está haciendo tarde. Mi hermano y compañero de viaje, “Pali”, me espera en el hotel. Dejo el parque y encaro otra vez para el súper. Me surto de aguas energizantes y algo de fruta para nuestro ascenso del día. Paso por la caja, con la esperanza que me hablen lo menos posible para no sufrir con el idioma. Zafo sin inconvenientes. Ser argentino no es un problema, dado que el contacto con los kelpers es poco frecuente, ya que casi todos los comercios, hoteles, y casas de comidas son atendidos en un 95% por extranjeros.

Mientras regreso al Malvina House Hotel, concluyo al fin que la Junta no “planeó” la guerra. Lo único planeado fue el desembarco del 2 de abril: la guerra se precipitó como consecuencia de los acontecimientos posteriores, los que fueron previamente evaluados en forma errónea tanto por los militares como por sus asesores.

Podría decirse que nos “llevaron” a la guerra, producto de su falta de visión geopolítica, desconocimiento de la idiosincrasia británica, el fracaso de la diplomacia y ambiciones personales de poder. Ello fue determinante para que la defensa del archipiélago adoleciera de graves fallas a nivel estratégico, que luego repercutieron a nivel táctico en el campo de batalla y consecuentemente, en el resultado final.

Sin embargo, esta incuestionable incompetencia de los altos jefes militares, de ningún modo avala denigrar la GESTA DE NUESTROS COMBATIENTES, tildándola liviana y despectivamente como la “aventura irresponsable de un borracho”. Creo que los sucesos donde infinidad de soldados, oficiales y suboficiales se jugaron la vida por nuestro país, muchísimos de ellos imbuidos de un genuino sentimiento de patriotismo y convencidos de estar peleando por una justa causa, merecen otra consideración. Es tiempo también de dejar de hablar de los “pobres chicos de la guerra”, para pasar al reconocimiento que merecen, como verdaderos hombres que fueron…

Estos calificativos, lamentablemente tan comunes producto de años y años de desmalvinización (seguramente proferidos sin mala fe, pero sí por desconocimiento) denigran su actuación en Malvinas, e implícitamente terminan significando -en el ánimo de los Veteranos- una suerte de falta de reconocimiento, aún cuando lo que se pretenda sea exactamente lo contrario. Los valores de solidaridad, compañerismo, abnegación y entrega, en una palabra la “camaradería” y amor al prójimo que la mayoría de ellos vivenció en las islas, quedan relegados a un segundo plano, detrás de los errores e intereses espúreos de cómodos generales. Nada más injusto que ello.

Llego al Hotel. Cargamos mochilas, viandas, y salimos con Pali hacia los Montes Harriet y Tumbledown. Mientras nos dirigimos hacia esos lugares, me invade un sentimiento de pleno orgullo por nuestros queridos HEROES Y VETERANOS de la GLORIOSA e INOLVIDABLE GESTA DE MALVINAS, la cual debemos recordar y homenajear sin ninguneos ni descalificaciones de ningún tipo, por tratarse de una causa justa… quizás la única causa nacional que nos queda.



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