A diez años del robo del milenio: espías, barras, un linyera y el mito de los videos sexuales
En marzo de 2011 se cometió el último gran golpe a un banco. Una banda de boqueteros robó unos 30 millones de dólares de la sucursal Congreso del Macro. Hubo cinco sospechosos pero ningún culpable, y el caso quedó impune.
En marzo de 2011 se cometió el último gran golpe a un banco. Una banda robó unos 30 millones de dólares del Macro de Congreso. Un caso impune.
Antes de fugarse, y mientras sus compañeros cargaban las bolsas, el líder levantó un cascote del piso y escribió en la pared: “Este no será el robo del siglo, pero sí el del milenio”.
Sus compañeros celebraron la ocurrencia: un claro guiño provocador hacia la banda que el 13 de enero de 2006 robó unos 15 millones del banco Río de Acassuso y antes de irse dejaron un cartel en la bóveda que decía: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”. En este caso se trata del robo al banco Macro de Callao entre Perón y Sarmiento, acaso uno de los mayores enigmas de la historia criminal relacionada con los asaltos a bancos.
No hubo detenidos, se involucraron a dos policías, un espía, dos barrabravas y cinco ladrones con experiencia. El dinero y la banda nunca aparecieron.
El gran golpe -el último de esa especie- ocurrió la noche del viernes 6 de marzo de 2011.
Los rufianes entraron en el banco por un boquete hecho desde el local del primer piso, donde tiene su sede el Instituto Argentino de Seguridad e Higiene. El sereno y su hijo fueron imputados en un principio por ser presuntos cómplices, pero no los detuvieron por falta de pruebas.
“Abrimos la puerta porque justo habíamos pedido una pizza con una gaseosa, pero eran los chorros, es una locura que sospecharan de nosotros. Trabajo hace veinte años acá”, le dijo Rolando Pedro Quiroga Pardo, el sereno, a Infobae. Sigue en su puesto y se lo suele ver en la vereda del banco situado en Callao 268.
El hombre hasta destacó que involucraron al linyera que dormía en la puerta. “Pobre pibe, desde chiquito pedía limosna acá. Labura de trapito y llegaron a acusarlo a él”, dijo.
Este medio ubicó a ese joven, que ahora atiende un kiosco de diarios en la avenida Callao. Admitió que fue tomado de rehén y que un miembro de la banda, cuyo rostro estaba cubierto con un pasamontañas, le tiró un fajo de dólares. “No lo acepté por temor a caer en la volteada. Me dijo: ‘Tomá gordito, es para que alquiles una pieza y te bañes’. Nunca más apareció ninguno de esos tipos”, dijo.
En el botín había dólares, euros, yenes, libras, títulos de propiedad, joyas (entre ellas dos anillos de platino con brillante de medio kilate valuados en 10.000 dólares), bonos, armas antiguas y óleos. Vaciaron 99 de las 256 cajas de seguridad. Se estima que el botín supero los 30 millones de dólares.
Es por eso que los ladrones consideran que el asalto fue superior al robo del siglo.
En relación al robo al Macro surgieron versiones y mitos. Como ocurrió a dos cuadras del Congreso Nacional, se sospechó que más de un político tenía su caja de seguridad en ese lugar.
En la etapa de instrucción hubo, entre otros sospechosos: dos empresarios de la noche, dos barrabravas y cinco asaltantes, pero faltaron pruebas para incriminarlos.
Uno de los acusados era un experto ladrón de joyerías que murió de un infarto en 2013. Su ADN estaba en una de las latas de gaseosa que tomaron los asaltantes.
Los más comprometidos hasta ahora son los ex policías de la Federal, Jacobo Mikic y Marcelo Amarilla, por entonces subcomisario de la comisaría 5ta, ubicada a dos cuadras del banco.
Se cree que liberaron la zona, muy transitada todos los días, para que la banda pudiera actuar.
Entre las rarezas de este hecho puede mencionarse que apareció un espía como presunto cómplice de la banda al mismo tiempo que un misterioso hombre se presentó en dos redacciones con una carpeta para ofrecer información del robo. Mostraba fotos de los sospechosos y decía que el asalto no iba a esclarecerse por cuestiones del poder. Pedía dinero por esa información.
Uno de los apuntados como líder, o parte de los cabecillas, era el uruguayo Richard Laluz Fernández, quien murió hace dos años. Era barra de Boca hasta que entró en guerra con Rafael Di Zeo y fue baleado cuando estaba en un cabaret. Además tenía antecedentes por robo de bancos y blindados.
Por otro lado, un empresario que tuvo poder en los noventa, ya fallecido, dijo que una persona se le acercó con toda la información de la banda, le dijo dónde estaba el dinero y le habló de una caja de seguridad que contenía videos sexuales. ¿Mito o realidad? “De eso no hay nada en la causa, pero se dicen muchas cosas, creo que hubo mucho pescado podrido en el tema”, dijo una fuente con acceso al expediente.
El robo fue similar al que cometió la banda del uruguayo Claudio Silva Silva, el llamado “Rey de los boqueteros”, ocurrido entre el 7 y el 8 de agosto de 1976, cuando se encerraron en la sucursal del banco Galicia de Marcelo T. de Alvear 670 para concretar el robo. Estaban tan confiados que antes de empezar a hacer el boquete hacia la bóveda de las cajas se pusieron a comer unos sándwiches.
Los delincuentes se toparon con 1.976 cajas de seguridad. Robaron dólares, francos suizos, libras esterlinas, barras de oro, alhajas y objetos insólitos, como una dentadura, pestañas postizas, cocaína y un envase de antisudoral. Se llevaron un botín de cinco millones de dólares y 50 kilos de joyas. Hubo damnificados famosos: el ex vicepresidente Vicente Solano Lima, la actriz Mona Maris, el gremialista Casildo Herrera y el dinero de la sucesión de Aníbal Troilo.
A diferencia de otros robos, en el del Macro no se conocieron damnificados famosos y la banda no tuvo una cara visible como en el robo del siglo, cuya voz y rostro es Luis Mario Vitette Sellanes, uno de los ladrones. Todo, en este asalto, parece envuelto un misterio irreversible.
Gentileza: Infobae
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