Alberto Fernández y Cristina Kirchner cumplieron ayer dos meses sin hablarse
La última vez que se vieron fue durante la apertura de sesiones, el 1 de marzo. Crónica de 60 días de desconfianza mutua.
"Bueno listo... chau", le dijo Cristina Kirchner, le señaló con la mano las escalinatas y el auto oficial que esperaba a Alberto Fernández en las puertas del Congreso, y no volvieron a verse nunca más.
Se saludaron con frialdad, con un beso protocolar. Con Sergio Massa, parado a un costado -del otro lado miraba la escena Claudia Ledesma Abdala-, el abrazo fue efusivo.
Alberto Fernández y Cristina Kirchner no volvieron a hablar desde esa tarde del martes 1 de marzo. Este domingo se cumplen dos meses de la inauguración del período de sesiones ordinarias del Congreso. Desde entonces, las diferencias internas por el rumbo del gobierno y los cuestionamientos a partir del gabinete se profundizaron, en particular a la gestión del programa económico instrumentado por Martín Guzmán: la ex Presidenta no lo quiere ni un día más al frente del Ministerio de Economía.
Una semana después de la última vez que se vieron, sobre las escalinatas del Congreso, Fernández quiso hablar con Cristina Kirchner, sin éxito.
Fue el jueves 10, antes de que en Diputados se aprobara el acuerdo con el Fondo Monetario y un par de horas después del ataque a piedrazos al despacho de la Vicepresidenta del Senado que todo el kirchnerismo repudió de manera urgente y dramática.
El Presidente llamó a su vice. No lo atendió. Le escribió al celular de Mariano Cabral, el secretario de la ex Presidenta, uno de los colaboradores que más tiempo pasa con ella. No tuvo respuesta. Nunca más volvió a intentarlo.
Desde ese episodio, que coincidió con el rechazo público y parlamentario del kirchnerismo a la refinanciación del programa con el Fondo Monetario, el vínculo de Fernández y Cristina Kirchner se quebró por completo. El Presidente ya estaba harto de sus críticas a la gestión y de las múltiples afrentas públicas de los funcionarios y dirigentes que le responden.
La ex Presidente, por su parte, se había cansado de los magros resultados socioeconómicos, según ella, por deficiencias del gabinete económico y por el acuerdo que Guzmán cerró con el FMI. No hay llamado telefónico que zanje esas diferencias.
Cristina Kirchner se replegó entonces en el Senado, dio vía libre a su tropa a que ventilara públicamente los rechazos a la gestión de gobierno y le hizo saber a la Casa Rosada que no pensaba compartir ni un escenario más con el Presidente, y que su paciencia empezaba a agotarse.
El sábado 2 de abril, durante el aniversario de Malvinas, le envió a Fernández un particular saludo de cumpleaños: dijo que le había enviado a Olivos de regalo el libro del sociólogo Juan Carlos Torre, "Diario de una temporada en el quinto piso", que recuerda, con rigurosa precisión, las desventuras de Raúl Alfonsín después de acordar con el Fondo y el fracaso del programa económico que terminaron con su Presidencia.
Al jefe de Estado, la dedicatoria le cayó pésimo. E hizo lo que, según su entorno más cercano, no debía hacer: amenazar con que daría una señal de fortaleza y avanzaría con la salida de aquellos funcionarios del kirchnerismo que, según la Casa Rosada, entorpecen la gestión.
Fernández nunca materializó la amenaza. Sí envió señales confusas a través de sus colaboradores, y después buscó instalar una nueva máxima: "No voy a echar a nadie, pero voy a gobernar sin consultar con Cristina". Fue lo que escucharon en las últimas semanas en Olivos algunos de sus principales asesores.
Hace dos semanas, en la cúpula del Frente de Todos asomó tímidamente una sensación de tregua interna, en teoría, habilitada por el Presidente y la ex mandataria. El fin de semana pasado, de hecho, Fernández se enteró por boca de Juan Zabaleta y de Victoria Tolosa Paz que habían sido invitados a Florencio Varela, a la presentación de un programa alimentario escolar junto a Andrés Larroque, Axel Kicillof y Máximo Kirchner.
Al Presidente le gustó la idea. En los días previos, él mismo había mandado mensajes de unidad: primero con el lanzamiento del bono para los sectores más vulnerables -en los hechos, un nuevo IFE- que La Cámpora pedía a gritos, y con la puesta en escena en Vaca Muerta, 48 horas más tarde, junto a funcionarios K híper críticos de su gestión como Federico Basualdo o Darío Martínez.
La tregua quedó pulverizada el mismo lunes del acto en el corazón del Gran Buenos Aires: Larroque, que supo ser el dirigente más componedor de La Cámpora y se transformó ahora en el vocero más belicoso, apuntó directo a Guzmán. Al otro día, "El Cuervo" insistió con el rechazo de la agrupación al ministro. Veinticuatro horas más tarde, volvió a la carga.
Se trata, ni más ni menos, que de la ofensiva final de Cristina y Máximo Kirchner contra el programa económico ejecutado por Guzmán, y avalado por el Presidente. Fernández detesta mucho más al diputado que a su vice.
El ex jefe del bloque del Frente de Todos en Diputados está decidido a apuntalar su resistencia al modelo económico albertista en territorio bonaerense. Alguna vez, hace muchos años, José Ottavis sugirió que La Cámpora debía hacerse fuerza en la Provincia. Según trasciende, Cristina Kirchner encabezaría el año próximo la boleta de senadores de ese distrito. "Si no lo hace, va presa", admiten desde el kirchnerismo.
El viernes 6, la ex Presidenta aterrizará en Chaco. Recibirá en esa provincia el Doctorado Honoris Causa por parte de las autoridades de la Universidad Nacional del Chaco Austral. Estará junto al gobernador, Jorge Capitanich, que trabaja en su propio proyecto presidencial. Este fin de semana, por caso, tenía previsto reunir a sus equipos técnicos para empezar a pulir su plan.
"Coqui" es uno de los promotores de la reedición de la liga de gobernadores que se activó de nuevo en la sede del CFI, en la Ciudad. Y amagó con presentarle al Presidente su propio plan anti inflacionario.
Las críticas a Guzmán se repiten entre los gobernadores. Pero preocupa el nivel de tensión entre el jefe de Estado y su vice. Hace dos meses que no se hablan.
Clarín
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