Los planes sociales: verdugos del empleo y el trabajo, la ruina de una nación productiva
El aparato asistencialista argentino es enormemente grande, oneroso y grotesco y se debe terminar. Hay quienes creen que se le debe pedir al Estado y este tiene la obligación de dar.
por: Juan Pablo Chiesa
NACONALES | Las últimas dos décadas se administró y se gerencio la pobreza mediante una desmedida asistencia del Estado Nacional, y porque no, local o municipal. Ya sea de manera gerencial mediante los negociados de los movimientos populares hasta la urgida criolla de vivir con la ajena. El problema es estructural, en la Argentina, la vieja generación de políticos no se anima, no quiere o no le interesa dar la batalla cultural y no se animan a aceptar el capitalismo como el único modelo de salida próspera y moderna, de acuerdo con la experiencia mundial y el enorme dinamismo, en sus nuevas vertientes, que el trabajo adquirido los últimos años.
El aparato asistencialista argentino es enormemente grande, oneroso y grotesco y se debe terminar desde el 10 de diciembre. ¿Por qué?
La repuesta la encontramos en que la velocidad de la asistencia del Estado mediante los planes sociales que le gano la carrera al Trabajo y al empleo. Sencillamente en la actualidad ser beneficiario de una AUH con tarjeta alimentar y tal vez, un programa Potenciar trabajo te alinea a una gran cantidad de básicos de convenio sindicales de jornaleros de 8h diarios de trabajo.
Recuerdo cuando en octubre, noviembre y diciembre de 2022 se implementó un programa de puente al empleo. La fábula ficcionaria de activar los planes sociales por trabajo. En diciembre de aquel año el Presidente de la nación fue contundente: “No se anotó nadie”.
Los que investigamos el trabajo y las políticas públicas de empleo y estamos en la incansable búsqueda de la eliminación o reducción del conflicto laboral y la equiparación de la relación dispar entre empleador y dependiente, sabemos, a ciencia cierta, que esta transformación nunca será exitosa.
Ninguna persona que cobra un plan social, como el Potenciar Trabaja, o una asistencia del Estado Nacional, local o municipal, tiene las intenciones o estará inmerso en la cultura del trabajo o el cumplimiento de normas que la ley laboral exige a las partes de un contrato de trabajo, no está en su comportamiento, hábitos y costumbres su vivió toda su vida, del Estado.
Su racionalidad y pensamiento solo conoce que se le debe pedir al Estado y este tiene la obligación de dar. Los beneficiarios del asistencialismo del Estado no producen ni siquiera lo que consumen, solo sobreviven en un círculo vicioso producto de la vulnerabilidad y la pobreza estructural que nunca van a poder salir si estos no invierten en el trabajo y en su capital humano por voluntad propia.
Los últimos gobiernos han enseñado a los beneficiarios del asistencialismo estatal, mediante planes sociales, que estos son una buena política de inclusión social.
Así como un laburante a tiempo completo no tiene en su genética pedirle al Estado y vivir de los demás, una persona que cobra planes sociales piensa lo contrario, cuanto más le pide al Estado, mas se enorgullece de su inutilidad. Es, repito, la principal razón por el cual, el plan de transformar los planes sociales por trabajo genuino será un fracaso y una pantalla, mas, de política electoralista.
La única manera de pensar en una próxima generación que no sea, como las ultimas tres generaciones, es elaborar un plan que genere políticas públicas de empleo que lleven la bandera del trabajo del futuro consistentes en la globalización, la modernización de las leyes laborales y la inversión de capital humano.
Visualizo un país con mucha gente que no trabaja, cuando trabaja no falta, advierto un empleo cada vez más negro y menos genuino. El tejido social cada vez esta más tirante y vicioso alimentado por los gobiernos que engordan el Estado sin escrúpulos.
El hombre recupera su dignidad mediante el trabajo. Sin duda de que quien pierde su trabajo, el Estado debe estar allí y acompañar, pero por un tiempo muy determinado, no de manera eterna.
Seamos claro, un país tiene la obligación social de invertir en educación y apostar al trabajo como única política de inclusión social, alentar la inversión privada y engrandecer aquellos que quieren producir o generar empleo, no hay ninguna duda: la educación y el trabajo son los dos factores de producción medulares para cambiar la vida de la gente.
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