De Rafaela a Oshkosh: padre e hijo cruzaron América en un avión liviano

AVIACIÓN | La experiencia, denominada “America Air Trip”, fue realizada en un Sling Aircraft Sling 2, matrícula LV-S062, avión biplaza monomotor equipado con motor Rotax 912 ULS de 100 hp y aviónica Garmin. De acuerdo a los datos técnicos del proyecto, la aeronave vuela a una velocidad de crucero cercana a los 110 nudos, posee un alcance aproximado de 820 millas náuticas y un consumo promedio de 5 galones de combustible por hora.

La máquina: Sling Aircraft 2

Una travesía continental en números
El recorrido total, entre ida y vuelta, alcanzó los 30.500 kilómetros, con 168 horas de vuelo efectivo, distribuidas a lo largo de 46 días, incluyendo 10 jornadas de descanso. Durante el trayecto, los pilotos cruzaron 12 países, atravesaron Brasil de sur a norte, la región amazónica, el Caribe, ingresaron a Estados Unidos por Florida y luego volaron hacia el norte hasta llegar a Oshkosh, cerca de la frontera con Canadá.

En términos operativos, el viaje demandó una planificación exhaustiva: más de 635 galones (más de 2400 litros) de combustible, escalas estratégicas, permisos internacionales, coordinación con autoridades aeronáuticas de cada país y una logística que contempló desde meteorología compleja hasta disponibilidad de combustible en aeródromos remotos.

"Valen" Giuliani en la charla con Infotec 4.0

Padre e hijo, unidos por la aviación
La tripulación estuvo integrada por Daniel Giuliani, de 54 años, instructor de vuelo (CFI) con más de 2.150 horas de experiencia, y su hijo Valentino, de 21 años, piloto privado (PPL) con alrededor de 500 horas de vuelo. Ambos representaron a la Argentina en una travesía que combinó desafío técnico, toma de decisiones permanente y una profunda pasión por volar.

En diálogo con Infotec 4.0, Valentino explicó que el viaje fue la concreción de un sueño largamente anhelado por su padre. “Fue un proyecto que empezamos a planificar con casi un año de anticipación. No es solo volar: hay que estudiar rutas, climas, espacios aéreos, aeropuertos, permisos y muchísima burocracia”, relató.

Logística, preparación y vuelo sobre el mar
Uno de los aspectos más complejos fue la preparación previa y la carga del avión. “Hay un límite de peso, entonces teníamos que elegir muy bien qué llevar. Para cruzar el mar Caribe cargamos balsas, chalecos salvavidas, bengalas, bolsos estancos y equipamiento de supervivencia”, detalló Valentino.

Además, incorporaron internet satelital para el seguimiento meteorológico, especialmente clave al atravesar zonas como la selva amazónica, donde las tormentas convectivas, la nubosidad intensa y las lluvias son frecuentes. “El vuelo en sí fue de las partes más sencillas; lo más difícil fue todo lo que no se ve: coordinar aeropuertos, permisos y asegurarse de que hubiera combustible en cada escala”, explicó.

Con su mamá Silvana Huck, vicepresidenta de FADA

Oshkosh: el corazón de la aviación mundial
El punto culminante del viaje fue la llegada a Oshkosh, sede del festival aeronáutico más importante del mundo. Durante una semana, ese aeropuerto se convierte en el de mayor movimiento del planeta, con más de 12.000 aeronaves de todo tipo y picos de 500 operaciones por hora.

“El ingreso es muy exigente. Hay un NOTAM de unas 40 páginas que hay que estudiar de memoria. Se llega en fila, se respetan alturas y velocidades, y aterrizan hasta cuatro aviones al mismo tiempo en la misma pista”, contó Valentino. “Cuando finalmente aterrizamos, fue una sensación de alivio y de logro enorme”.

Durante el festival, controladores aéreos de los aeropuertos más importantes del mundo se trasladan especialmente a Oshkosh para gestionar el intenso tráfico aéreo, convirtiendo al evento en una verdadera ciudad aeronáutica.

La mítica Estatua de la Libertad sobre el ala derecha del Sling

Volar sobre Nueva York y la Estatua de la Libertad
Ya dentro de Estados Unidos, padre e hijo también vivieron otra experiencia inolvidable: el vuelo sobre el río Hudson, pasando frente a la Estatua de la Libertad y el skyline de Nueva York. Se trata de un corredor aéreo especial, con alturas y trayectorias estrictamente reguladas, donde conviven aviones livianos y helicópteros turísticos.

“Es como una autopista aérea. Tenés aviones que vienen de frente, helicópteros por debajo y no te podés salir ni un metro del corredor”, describió el joven piloto.

Un viaje que se hizo viral
Aunque el proyecto comenzó de manera discreta, la difusión creció de forma espontánea. A través de la cuenta de Instagram @americaairtrip, fueron compartiendo imágenes y relatos del recorrido, lo que despertó el interés de seguidores en distintos países.

“Nos invitaban a comer, nos esperaban en aeropuertos, nos regalaban remeras, tazas, banderas. En Oshkosh pusimos una bandera argentina y mucha gente se sorprendía al ver de dónde veníamos”, contó Valentino. Incluso durante el regreso, en Brasil y el Caribe, fueron recibidos por seguidores que habían acompañado la travesía desde las redes.

Un mensaje para los jóvenes
Consultado sobre qué les diría a quienes sueñan con volar, Valentino fue claro: “Hay que animarse. Todos tenemos miedos, pero es tomar la decisión. Vale la pena”.

La America Air Trip no solo fue una proeza técnica y humana, sino también una demostración del potencial de la aviación general argentina, del valor de la planificación y del espíritu aventurero que sigue llevando a pilotos nacionales a unir continentes, cruzar fronteras y cumplir sueños a través del cielo.