Finalizó la Feria del Libro, con récord de visitas y ventas

Aún no hay cifras oficiales sobre la asistencia total pero los organizadores confirman que superó las últimas ediciones. El temor inicial a que el público no se acercara masivamente tras la pandemia se desvaneció enseguida.

Nacionales 14 de mayo de 2022 Infotec 4.0 Infotec 4.0
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Empezó estruendosa la 46ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. El escritor Guillermo Saccomanno la inauguró con un discurso provocador en el que apuntó -y disparó- para todos lados. Desde funcionarios públicos hasta editoriales, pasando por la Fundación El Libro, que organiza la feria y que lo convocó para ese trabajo, todos recibieron algún párrafo suyo. No se sabía ese 28 de abril, pero la temperatura que levantó la Feria apenas inaugurada no bajó en ningún momento. Como si ese ritmo frenético, de pulsaciones aceleradas, sirviera para mandar un mensaje después de dos años de puertas cerradas por la pandemia. Algo así como “acá estoy, no me fui a ningún lado, ¿vieron cómo aguanté? ¿vieron cuánto me extrañaban?”.

La enorme -enormísima- cantidad de público que la visitó todos los días y a todas las horas, las ventas que en muchos casos superaron las expectativas en cada stand, y la avidez por conseguir un lugar, una sillita, un rinconcito, en alguna sala para escuchar a un escritor admirado la mantuvieron caliente todo el tiempo. Como a la Feria le quedan dos días -y como ese dato siempre se guarda para el verdadero final-, la Fundación El Libro aún no da una cifra cerrada de visitantes, pero sí confirma que se superó la convocatoria de las últimas ediciones. “Eso quiere decir que más de 1.180.000 personas seguro”, traducen desde la organización.

“Teníamos gran miedo con respecto a la asistencia de la gente a causa de la pandemia, pero se nos fue rápido. Ya en los primeros días, cuando vimos la multitud de gente que había para entrar, pudimos respirar más tranquilos”, dice a Infobae Leamos Francisco Viconti, de Blatt & Ríos. Su sensación condensa la de editores, libreros y periodistas que habitan la Feria del Libro desde hace decenas de ediciones y que repiten un veredicto. “Nunca la vi así, tan tan tan llena”, repiten los habitués que vieron de todo en estos pabellones pero cuya capacidad de asombro recibió una caricia en las últimas semanas.

Reencuentros emotivos y fila para todos

Una historia mínima ilustra esa convocatoria millonaria. Hubo, esta vez, hasta asambleas espontáneas en las larguísimas filas de los baños para decidir a quién darle prioridad: ganaban las señoras más mayores, las mujeres embarazadas y las trabajadoras de los stands, que no tenían más que 5 minutos para ir y volver de su puesto. A las filas asamblearias se les sumaron las de siempre: para comprar libros, para aprovechar los descuentos más ventajosos -como el 50% que usan los referentes de las bibliotecas populares para llevar ejemplares nuevos a todo el país-, para pagar 360 pesos -más que el costo de una entrada de día de semana- por una bolsa de bizchochitos de grasa, para escuchar y ver y poder hacerle una pregunta al autor de cabecera, o para llevarse un libro firmado por ese autor.

Hubo récord ahí también: Shelby Mahurin, una autora estadounidense de ficción para adultos jóvenes, estampó su garabato durante más de ocho horas. Nunca había pasado algo así en la Feria. Es que los adultos jóvenes pero aún más los adolescentes son desde hace algunas ediciones -y tal vez esta sea la que consagra la tendencia- la presencia más vibrante en La Rural. Tal vez sea la edad, bulliciosa por definición; tal vez sea que deciden ir en grupo y recorrer y tirarse en el pasillo más a mano a leer y mostrar enseguida en redes sociales parte de su paseo y de sus compras; tal vez sea que, a fuerza de bookfluencers, de sagas y de animé, la literatura y los libros superan cualquier pronóstico reservado, se invente la plataforma que se invente. Pero allí están, como en las últimas ediciones antes de la pandemia, los adolescentes que se apropian cada vez más de los pabellones.

“Lo que caracterizó a esta Feria, creo, fue la enorme alegría de los reencuentros. Para la industria, es un espacio fundamental para compartir percepciones, datos y también tendencias. En ese aspecto, fue impactante ser testigo de los abrazos, las sonrisas y la emoción compartida”, dice Laura Leibiker, Directora Editorial de Literatura Infantil y Juvenil para Argentina de editorial Norma / Kapelusz. Algo de esa cercanía y calidez refiere también Mariana Alonso, de editorial También el caracol, que fue parte del stand colectivo Panorámica: “Nos quedamos con el entusiasmo y la camaradería en el armado de los stands que agrupan a varias editoriales, que se mantuvo durante toda la Feria”.

“Estamos muy satisfechos y muy agotados, pero extrañábamos este tipo de agotamiento. Esta es una Feria de larga tradición y costosa para las editoriales pequeñas, pero no hay que subestimarla porque sigue siendo la única Feria que convoca miles de personas que quizás, en otros momentos, no se hacen el tiempo para buscar libros”, dice Julia, encargada del espacio que Fiordo editorial ocupa en ese mismo stand grupal. Tamara Grosso está a cargo del espacio de Eterna Cadencia, que integra el stand colectivo Los 7 logos: “Esto nos permite a todos estos sellos tener una presencia que no podríamos alcanzar de forma individual”, destaca.

Una feria, muchos objetivos

¿Para qué sirven estos pasillos por los que, durante tres semanas, es posible ver a referentes de todo el arco político argentino y también a expositores vestidos de gauchos, de duendes, de gladiadores o de algún personaje de Star Wars? Para que, en un mismo lugar -aunque hay que caminar bastante, mide 41.000 metros cuadrados la Feria del Libro- sea posible conseguir los últimos libros de los autores que recibieron los premios literarios más recientes, como ocurrió en el stand de Blatt & Ríos: allí los títulos más vendidos fueron La ciudad invencible, de Fernanda Trías, que ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2021, y Detente, instante, eres tan bello, que reúne la poesía de Cristina Peri Rossi, flamante Premio Cervantes.

Sirve, también, para que los sellos más nuevos o más chicos puedan juntarse y ocupar espacio. Para que, al recorrer algunos stands, aparezcan ejemplares que le consoliden un nuevo gusto literario al lector: Sobre mi hija, un best-seller de Corea escrito por Kim Hye-jin, fue lo más vendido de Fiordo; La primavera llegó en un carro tirado por caballos, del japonés Riichi Yokomitsu, fue lo que más se vendió en También el caracol; y Gaijin, un libro también de raíz japonesa escrito Maximiliano Matayoshi, estuvo entre lo más pedido del sello Odelia. La Feria sirve para tirar de un hilito -el de la literatura oriental, por ejemplo- y caminar en busca de nuevos descubrimientos.

“El libro está más vivo que nunca. Se nota que hay expositores a los que les costó estar, pero por suerte la gente está gastando en libros aún en un momento en el que la economía no ayuda”, describe Guido Cervetti, encargado de la distribuidora Big Sur, que concentra sellos de editoriales españolas y latinoamericanas. ¿Y si no es suficiente?, escrito por Maia Debowicz y publicado por Vinilo Editora, fue lo más vendido de ese stand.

De la mano de la masividad, las ventas

Lo de gastar en libros también se confirmó en esta 46ª edición a la que le quedan algunas horas -¿y algunas ofertas de último momento?-. Valeria Fernández Naya, directora de Márketing y Comunicación de Penguin Random House, confirma que en el stand de ese gran conglomerado editorial las ventas de ejemplares superaron a las de 2019 en un 20%, con la literatura juvenil y de ficción como punta de lanza. En ese espacio en el que John Katzenbach, Mario Vargas Llosa, Claudia Piñeiro, Eduardo Sacheri y Gloria V. Casañas protagonizaron las actividades más convocantes, los autores más vendidos fueron Flor M. Salvador, J.K. Rowling, Isabel Allende, Gabriela Exilart, Cristian Alarcón y Katzenbach.

En el stand de Planeta también superaron las ventas de 2019: despacharon un 10% más de ejemplares, con las obras de Florencia Bonelli, Camila Sosa Villada, Florencia Freijo y Gabriel Rolón a la cabeza. “Antes del comienzo de la Feria nuestra incertidumbre era cómo iba a responder el público, y hasta el momento es una de las ferias más concurridas”, señalaron desde la editorial.

En algunos sellos el crecimiento fue aún más grande, por la masividad de esta edición y por el crecimiento de la editorial entre 2019 y estos días: “En nuestro caso, más que duplicamos las ventas en relación a 2019, aunque es importante aclarar que en estos tras años Sigilo creció muchísimo tanto en cantidad de títulos como en el reconocimiento de los lectores”, dice Maximiliano Papandrea, a cargo de la editorial. Cometierra, de Dolores Reyes, y Los sorrentinos, de Virginia Higa, estuvieron entre los destacados.

Catapulta, especializada en literatura infantil, superó las ventas de 2019: empujaron tanto el público general como los bibliotecarios de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), que cada año llenan sus changuitos de libros comprados a mitad de precio durante las jornadas especiales que la Feria les dedica para federalizar (un poco, al menos) tanta oferta junta.

“Aún no cerramos y el último fin de semana suele generar mucha facturación. Pero si nos comparamos con 2018 y 2019, se ve un crecimiento en ejemplares que calculamos que superará en un 5% al 2019. En nuestro stand se destacó el proyecto Nuestras Malvinas, tres libros de narrativa histórica para chicos de Federico Lorenz (Postales desde Malvinas), Margarita Mainé (El secreto del abuelo) y Mario Méndez (Las sonrisas perdidas). También clásicos como Feroz… ¡feroz! y Caperucita de abuela, de la dupla Cinetto/Bernatene fueron muy pedidos”, detalla Leibiker sobre Norma / Kapelusz.

“Son días de mucho trabajo pero vale la pena”, dice María Eugenia Krauss, de editorial Odelia. Sus palabras probablemente sean las de la enorme mayoría de editores, libreros, organizadores y periodistas que vivieron esta edición como un reencuentro y como la confirmación de que hay Feria para rato. De eso, de mantenerla viva, se ocuparon más de un millón de personas que volvieron a habitarla después de extrañarla. Fueron dos años de soledad. Parecieron cien.

Infobae

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