Argentina enfrenta a Francia en la final del Mundial de Qatar y Messi se juega su última chance por la gloria
La Selección busca cerrar de la mejor manera un torneo que, pase lo que pase, será inolvidable por la ilusión que generó en los hinchas. El planeta, expectante por la despedida del 10.
El sueño argentino puso sus pies en el partido que todos quieren jugar. La Selección campeona de América busca arrebatarle el título a la vigente campeona mundial, Francia. Argumentos le sobran, pero también al rival. Desde las 12, hora de la Argentina, y con el arbitraje del polaco Szymon Marciniak, la pelota comenzará a moverse en el pasto del gigante dorado, el Estadio Lusail, para definir quién se lleva el trofeo más importante del fútbol a casa.
Serán once los argentinos que salgan a jugar por la gloria deportiva. Otro 15 estarán desde el banco. Pero miles empujarán desde las tribunas y millones lo harán a la distancia, desde más de 13 mil kilómetros, aferrados al sillón, a la mesa de un bar, a la mano de un amor, al abrazo de los amigos, en soledad o al calor de la familia.
#TodosJuntos, es el hashtag que utiliza el plantel de la Selección desde que llegó a Qatar. Lo escriben sus protagonistas en cada posteo y lo dicen en cada nota. Y eso es lo que este equipo ya logró, ya ganó: que todo un país esté junto detrás de Lionel Messi y compañía, al menos por un rato sin grietas, sin malhumores, sin rencores, a pesar de todo. Todos juntos estarán allí, pase lo que pase, alentando, sufriendo, emocionándose por este grupo de futbolistas y cuerpo técnico que supo enamorar al pueblo más futbolero del mundo.
Ese laurel no se lo quitará nadie. La buena noticia es que esta tan hermosa simbiosis, casi mágica, no dependerá de lo que ocurra este domingo. Está claro: "¡Quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial!". La letra del hit tribunero de esta Copa del Mundo, también adoptado por los jugadores, es lo que se persigue, el anhelo mayor.
Ver a Messi levantar esa pieza única de 36,8 centímetros que pesa 6,175 kilos y está hecha con oro de 18 kilates es la imagen que le falta al álbum de la historia de este deporte, el más popular de todos, para quedar completo. El 10 celeste y blanco llegó al momento en que quería estar. Y después de ocho años y medio, volverá a tener la oportunidad de alzarla. Será su última chance, como él mismo se encargó de decir.
Y si no pasa, porque como remarca Lionel Scaloni, esto es fútbol y se puede ganar o perder, no habrá reproches. Las calles de la Argentina seguramente se inundarán igual de banderas, de cantos, de agradecimiento y reconocimiento a un equipo que devolvió la ilusión y la pasión por la Selección, y que representa el sentimiento y la manera de jugar de la idiosincracia albiceleste.
Es con todos o no es. Es todos juntos o no es. Porque acá también, acompañando codo a codo, están el Kun Agüero, Gio Lo Celso, Nicolás González y Joaquín Correa, que de no ser por diferentes situaciones hubieran sido parte de este plantel. También llegaron para estar cerca Lucas Martínez Quarta, Juan Musso, Nicolás Domínguez, Roberto Pereyra, quienes no fueron elegidos para la lista pero formaron parte del ciclo.
Y esta vez no es la gloria o Devoto. No es ganar o fracasar. Es izar la bandera del volver a intentarlo, una y otra vez. Como Leo Messi, como Fideo Di María. Como este conjunto nacional que mismo durante esta competencia demostró saber caerse y reponerse, de un partido a otro, tras ese debut impensado con Arabia Saudita, o dentro de un partido. Después de esa derrota inicial, le ganó a México, Polonia, Australia, a Países Bajos por penales y a Croacia para abrirse camino de cara al séptimo compromiso.
Pero esta premisa también involucra, por qué no, a Francia, que viene de dar la vuelta olímpica en Rusia 2018 de la mano del temible Kylian Mbappé y de Antoine Griezmann, pero que se propuso hacerlo de nuevo aquí, en Qatar 2022. Superó a Australia, Dinamarca, cayó con suplentes ante Túnez (aunque algunos titulares entraron en el complemento), y barrió luego a Polonia, Inglaterra y Marruecos para desembarcar en su segunda final consecutiva.
Ambas selecciones tiene ya dos estrellas en sus escudos. Solo una lucirá la tercera cuando termine el domingo que le pondrá el moño a un Mundial diferente en territorio árabe. La final del mundo no es el fin del mundo, pero todos quieren ganarla.
No estará en juego la continuidad del proyecto de Scaloni, Aimar, Samuel, Ayala y compañía, que de ningún modo deberá alterarse o desviarse cualquiera sea el destino de este choque definitorio. No estará en juego la idolatría del mejor jugador del mundo, que ya obsequió su mejor versión en un torneo de esta magnitud. No estará en juego la incondicionalidad a la Scaloneta, que hizo y hace vibrar con su fuego sagrado.
Estará en juego el sueño de volver a subirse a lo más alto después de 36 años. El deseo irrefrenable de que al fin se le dé a Lionel Messi. La ilusión que nos condena a todos los futboleros por más paños fríos que se quieran poner.
El momento llegó. Y acá estamos, Selección, en la final del mundo.
(Clarín)
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