Gustavo Martín, un joven de 26 años, recibió por error una transferencia millonaria en su cuenta bancaria. En un gesto de honestidad, rastreó al titular del dinero y devolvió los $15 millones a la Cooperativa de Servicios Públicos de Macachín, quienes no habían notado el error.
MALVINAS: 9 DE JULIO ó 25 DE MAYO? FINALMENTE, 2 DE ABRIL
Frente a las playas de Gypsy Cove y York Bay, en las cercanías de Puerto Argentino, observo como algunos pingüinos Magallanes descansan sobre sus arenas blancas, mientras otros van y vienen del mar azul en busca de alimentos para sus crías.
Notas de Color01 de abril de 2020Martín Hernán MartiniEl paisaje es bellísimo -el día se presta, es verdad- y el lugar trasmite una paz total: de pronto, un pequeño cartel que indica “Suspect Area out of bounds” (Area sospechosa fuera de los límites) me alerta que, en caso de traspasar un precario alambre de púas de tres hilos, existe la posibilidad de pisar una mina antipersonal, uno de los tantos resabios de la guerra de 1982. Es que allí, hace 38 años, ponían pie en Malvinas los efectivos de la Armada y del Ejército Argentino, efectuando un exitoso desembarco llamado “Operación Rosario” -en alusión a la Virgen del Rosario de San Nicolás- recuperando nuestras islas, luego de 149 años de usurpación británica.
Se me viene entonces a la cabeza un interrogante: ¿en qué momento Argentina, país pacífico por autonomasia, comenzó a contemplar la posibilidad de recuperar las islas mediante el uso de la fuerza, abandonando la vía pacífica de la diplomacia?
Corría el año 1.977, durante el llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, cuando empezó a circular en el comando de la Armada Argentina, el primer borrador de una eventual operación de desembarco, no obstante el problema que a nivel regional ya teníamos con Chile, por cuestiones limítrofes.
La tarea fue encomendada por el entonces jefe de la Marina, Almirante Emilio Eduardo Massera, al Comandante de la Flota de Mar, Jorge Isaac Anaya. De todos modos, el urgente asunto del Canal de Beagle, “enfrió” el proyecto, cediendo así la presión de la Armada sobre el Ejército para “apurar” algún tipo de acción en tal sentido.
Superado en parte el problema con Chile -que casi nos lleva a la guerra en 1978-, aquél viejo plan volvió a tomar impulso algunos años más tarde cuando, quien había sido su autor (Anaya), llegó al comando en jefe de su fuerza. Anaya tenía la idea fija de recuperar la soberanía de Malvinas como sea, convirtiendo el tema casi en una cuestión personal: si fracasaba la diplomacia, sostenía, no había que descartar el uso del poder militar.
Así fue como hacia finales de 1981, Anaya vio su oportunidad: en ocasión de una lucha intestina de poder dentro del seno del Ejército, el Jefe de la Armada apoyó la llegada a la presidencia del General Leopoldo Galtieri, con la condición de que, si las negociaciones diplomáticas con el Reino Unido de Gran Bretaña sobre las Islas Malvinas no llegaban a buen puerto para febrero de 1982, se contemplara la concreta y real posibilidad de un desembarco armado.
Vuelvo a los pingüinos de York Bay, y observo que uno de ellos bate sus alas sobre un montículo de arena. Pienso si debajo del simpático animal no se encontrará una de las minas que haga volar todo por el aire (menos mal que estamos a más de 200 metros) mientras escucho atentamente al guía local, que nos cuenta que una empresa de Zimbabue se encuentra a cargo del desminado de las playas, mediante un procedimiento arriesgado y peligroso.
En ese instante regreso a 1982, e imaginando los tanques argentinos desembarcando en esas playas se me plantea otra inquietud: ¿qué determinó que el 2 de abril sea elegido como el “día D”? ¿fue en realidad elegido? ¿O solo se dio producto de las circunstancias?
Apenas la Junta Militar conformada por Galtieri, Anaya y Lami Dozo tomó el poder a finales de 1981, el jefe de la Marina encargó a sus subordinados la puesta en marcha del plan, que debía realizarse bajo el más estricto secreto. Las condiciones eran:
- la operación debía ser incruenta, es decir sin causar bajas británicas ni isleñas, y
- tenía que contemplar -luego de la ocupación- el inmediato retiro de las tropas argentinas, dejando allí solo una pequeña guarnición de no más de 500 o 600 soldados. La idea era “ocupar para negociar”, una suerte de “toco y me voy”. Presionar a Gran Bretaña para obligarla a sentarse a la mesa de negociaciones.
Su puesta en marcha, contemplaba barajar distintas alternativas para “el día D”.
Primero se pensó en el 2 de enero de 1.983, fecha en la que se cumpliría el 150° aniversario de la usurpación británica. Rápidamente esa opción fue descartada por los altos mandos, debido al grave deterioro económico y social que atravesaba el país, que les imponía hacer “algo” lo más pronto posible (lamentablemente, el uso político de la cuestión Malvinas no ha sido atributo exclusivo de los militares).
Los ejecutores del plan pensaron entonces en la posibilidad del 9 de Julio de 1982, día de nuestra Independencia. Finalmente, se concluyó que los detalles de la operación podían estar finalizados para el mes de mayo, resultando el 25 de ese mes, en un nuevo aniversario de nuestra fecha patria, la opción más firme y concreta.
Mientras tanto, las negociaciones diplomáticas seguían estancadas, no vislumbrándose ningún atisbo de acuerdo sobre la cuestión de la soberanía. La paciencia de los argentinos, ante la continua reticencia y evasiva británica, estaba llegado a su fin. Recordemos que, por ese entonces, ya habían transcurrido 17 años desde la Resolución 2065 de las Naciones Unidas, que en 1.965 reconoció que el caso Malvinas era una situación de colonialismo, invitando a las partes a resolver la disputa “sin demora”.
La tensión entre ambos países llegó al límite. Al mismo tiempo, se producía un hecho puntual que precipitó definitivamente los acontecimientos: fue el llamado "Incidente de las Georgias" ocurrido a mediados de marzo de 1982, cuando un grupo de trabajadores argentinos que se encontraban en esas islas (también usurpadas) desmantelando viejas instalaciones balleneras (hay una versión, no confirmada, que indica que entre los mismos había infantes de marina infiltrados) izaron el pabellón nacional, lo que fue detectado de inmediato por el servicio antártico británico destinado en Georgias.
Alertado el gobernador de Malvinas Rex Hunt sobre el incidente, solicitó sin demora a Londres el envío del buque “Endurance” para desalojar a los argentinos, lo que produjo la reacción de las fuerzas nacionales, que a su vez enviaron barcos para proteger a aquellos trabajadores.
Con el advenimiento de esta repentina escalada, se encendieron las “alarmas” en el gobierno de facto: si la reacción de Gran Bretaña frente al episodio “Georgias”, incluía el envío de submarinos nucleares a la zona, según había trascendido en la prensa británica, (lo que finalmente resultó ser falso), las posibilidades de los buques de superficie argentinos de alcanzar Malvinas quedarían totalmente frustradas, atento la imposibilidad de contrarrestar eficazmente dicha amenaza.
Así fue que, finalmente el “día D” se adelantó, de apuro, para el 1° de abril, el que por cuestiones meteorológicas, se terminó concretando en las primeras horas de la madrugada del 2 de abril de 1982, con el desembarco anfibio y posterior toma del aeropuerto, del cuartel de los Royal Marines y la Casa del Gobernador. En este último sitio, se produjo una breve resistencia de la pequeña guarnición apostada en las islas (unos 70 soldados), que ocasionó la primera baja argentina del conflicto, el Capitán Pedro Giachino. Tal cual estaba planeado, no hubo bajas británicas.
Regreso a Puerto Argentino. Mientras intercambio diversos puntos de vista sobre la guerra con el guía que me lleva al hotel (chileno, y cuyos comentarios evidencian una postura totalmente pro británica), pienso si la estrategia de la Junta de “ocupar para negociar”… no fue una “jugada” por demás arriesgada… ¿Quién podía suponer que Gran Bretaña no reaccionaría militarmente? ¿Estados Unidos se mantendría “neutral” frente al conflicto?
En pocos días, el curso de los acontecimientos se encargaría de responder esos interrogantes, dando un crudo baño de realidad a los jefes militares argentinos. Mientras, la celeste y blanca volvía a flamear en nuestras queridas islas, por primera vez desde 1.833.
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