MALVINAS: MI ENCUENTRO CON UN ISLEÑO Y EL ENCARGUE CUMPLIDO 

Alejandro Scomparín es una de esas personas que de vez en cuando aparecen en la vida y que, si bien uno no las conoce personalmente, se transforman en referentes o guías de algún proyecto o sueño que albergamos desde hace tiempo.

Notas de Color 03 de junio de 2020 Martín Hernán Martini Martín Hernán Martini
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En mi caso, lo conocí a través de su grupo de Facebook destinado a brindar información para quienes desean viajar a Malvinas. Alejandro, malvinero de ley, es maratonista, y viajó dos veces a las Islas: en uno de esos viajes corrió, sumados diversos tramos, 250 km en total, uniendo -en el último trayecto- el Cementerio Militar Argentino de Darwin con el Cementerio Británico de Establecimiento San Carlos, intentando (y logrando, a mi humilde criterio) difundir y llevar de manera simbólica un mensaje de paz hacia ambas naciones, involucradas en este conflicto que se encamina hacia los dos siglos, sin una solución a la vista, por el momento.

Su proyecto se llama “Unir Malvinas” y ha publicado recientemente un libro con el mismo nombre, de cual subyace que el drama de la guerra no distingue nacionalidades, y que sus terribles secuelas afectan por igual tanto a los Veteranos como a familiares de los Caídos de uno y otro bando. Es una obra dotada de un profundo humanismo, valorando en todo momento la condición humana de sus protagonistas por sobre cualquier interés, mezquindad o entramado político de quienes deciden la suerte (o desgracia) de los países, cuyo fracaso final desencadena, como en 1982, un conflicto armado.

Apenas me contacté con él, me pasó su número de teléfono y de allí en más, me fue guiando en todo lo que necesitaba saber previo a mi travesía, con una generosidad poco frecuente entre desconocidos. En uno de esos contactos, me hizo un encargo particular: que cuando fuera a Darwin, le entregara un ejemplar de su libro al dueño de Darwin House, lugar donde nos hospedaríamos:  Antón, con quien había estrechado vínculos en sus dos estadías previas en dicho lugar.

Sin dudas, esto resultó un condimento extra para el viaje: llevar un presente a un isleño era toda una rareza, pero al mismo tiempo algo por demás interesante: quizás tuviera la posibilidad de entablar alguna conversación con aquella persona, hasta donde el idioma me lo permitiera, a fin de intercambiar puntos de vista sobre el pasado, presente y futuro de las islas. Obviamente acepté con gusto.

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Juan Pablo Martini, de fondo  Darwin House

Estando ya en Malvinas, se acercaba el momento de cumplir el encargo y conocer a Antón: al llegar al caserío de Darwin, un hermoso paisaje nos dio la bienvenida, compuesto de una estancia privada donde unas pocas viviendas coloridas con techos a dos aguas, galpones de esquila, y molinos de viento se esparcen sobre un suave faldeo que desciende hasta una pequeña bahía, repleta de aves acuáticas. Las ovejas pastando sobre el verde césped y una suerte de arbustos con flores amarillas, terminan de dar forma al apacible lugar.

Al centro, la hostería “Darwin House”: Somos recibidos por sus dueños, Antón y Dolly, (su esposa) con gran amabilidad. Se trata de su residencia privada, una imponente estructura de madera de dos pisos que posee el espacio y comodidad suficientes para dar hospedaje a los turistas en las habitaciones de la planta superior. La calidad y modernidad de sus instalaciones para los visitantes no tienen nada que envidiar a un hotel 3 o 4 estrellas de cualquier ciudad del país. Es un contraste notorio con lo inhóspito del lugar.

Apenas instalados, bajamos y nos ponemos a charlar con Antón: él balbucea algunas palabras en español y nosotros en inglés, y así nos fuimos entendiendo bastante bien. Nos ofrece la hospitalidad de su casa; cuenta que muchos argentinos que van a visitar el cementerio donde descansan nuestros Héroes, eligen pernoctar allí dada la proximidad (apenas 7 kilómetros). También que recordaba perfectamente a Alejandro y su maratón a través de las islas. Él mismo lo llevó al cementerio británico de San Carlos y a otros lugares de la zona, ya que también oficia de guía, que a nosotros nos quedaron pendientes de conocer.

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Le contamos sobre el espíritu de nuestro viaje, mientras él nos comentaba a su vez sobre el trabajo y la forma de vida en esos lejanos parajes. Todo en un clima de absoluto respeto y cordialidad. No saqué en ningún momento tema alguno relacionado con la guerra de 1982, no parecía oportuno hacerlo, quizás podríamos herir algún sentimiento o sensibilidad.

Así hasta que en determinado momento de la charla, le cuento que traía un presente para él y su esposa: no tuvo tiempo para sorprenderse, ya que de inmediato extendí mi mano, entregándole el ejemplar de “Unir Malvinas”, especialmente dedicado por Alejandro para él. Mi hermano se encargó de retratar el momento. Quedó muy gratificado, siendo nosotros portadores de su agradecimiento hacia Alejandro en nuestro regreso al continente.

Así culmina esta pequeña historia: luego de pernoctar en el lugar, donde nos enteramos (por el mismo Antón) que la cancelación de nuestro vuelo demoraría tres días más nuestra vuelta a casa, y debiendo regresar entonces a Puerto Argentino, nos despedimos de aquellos isleños, que fueron los únicos con los que tuvimos la posibilidad de relacionarnos, aunque sea brevemente, en toda nuestra estadía.

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Puede parecer trivial, pero cumplir el encargue de Alejandro entregando su libro, me permitió estrechar la mano de aquél kelper. Lógicamente ese hecho no cambia ni cambiará mis convicciones sobre lo que nos pertenece, ni el convencimiento que los británicos y sus descendientes -que viven allí- ocupan parte de nuestro territorio ilegalmente, violando nuestra soberanía: simplemente lo rescato como un pequeño símbolo de lo que entiendo debe ser el camino de la recuperación de aquí en adelante: por la vía pacífica del diálogo, persuasión y diplomacia.

Puede parecer una utopía, pero debemos perseverar en el intento. Seguramente nuestra generación no verá flamear nuestra bandera en Malvinas. Tampoco, quizás, nuestros hijos y nietos. No sé cuántos años pasarán, décadas, quizás siglos. Lo cierto es que para que haya posibilidades concretas de sentar a la potencia ocupante a negociar seriamente, creo que debe cambiar radicalmente el actual posicionamiento de nuestro país a nivel mundial. Cuando logremos encaminarnos hacia el desarrollo y la Argentina sea un país serio, previsible, respetado… en fin cuando logremos hacer las cosas bien tanto en política interna como externa, llegarán los resultados.

Se lo debemos como sociedad a nuestros Héroes y Veteranos de Malvinas, que regaron con su sangre ese preciado suelo argentino.

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IMG-20200128-WA0113DE REALICÓ A MALVINAS: "EL ÚNICO CAMINO PARA RECUPERAR LO QUE NOS PERTENECE, ES EL DE LA PAZ"




 

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