EL CARPINTERO QUE FABRICA Y VUELA SUS PROPIOS AVIONES

Víctor Serda construye en soledad, en su taller en Almafuerte, aeronaves con madera y tela, como en los orígenes de la aviación. Acaba de culminar una réplica de un Curtis, una joya entre los pioneros, que ya está volando.

Notas de Color04 de mayo de 2018InfoTec 4.0InfoTec 4.0
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Victor Serda, el constructor de aviones...

El hombre nació carpintero. Desde niño, ayudó a su padre en ese oficio y a los 13 dejó el colegio para trabajar en el taller familiar. A los 8, había comenzado a soñar con que las maderas no se resignaran a ser sólo mesas y alacenas, sino que también tomaran vuelo.

Comenzó a hacer aeromodelismo. Tanta pasión le puso a armar aviones no tripulados que llegó a hacer de tamaño casi real. Un día, pegó un salto y decidió que quería subir arriba de uno. Y volar. Pero no en cualquiera, sino en los que él mismo fabricaría.

En esa tarea sigue Víctor Serda, el carpintero de Almafuerte que se transformó en constructor de aviones. A los 56 años, está terminando su mejor obra, una réplica que remite a los orígenes de la aviación. Es un Curtis, que hace más de 100 años asombraba al mundo volando con su estructura de maderas y telas.

Ahora, el que asombra es Serda, haciendo uno igual que, en días, partirá en vuelo desde Almafuerte hasta Bahía Blanca. El Curtis le sigue a una docena de aviones experimentales que construyó en su carpintería y que siguen volando por varias provincias.


Hecho a mano. Víctor, junto a su última creación, una réplica de un Curtis que, en su versión original, voló hace más de 100 años . Antes, hizo otros aviones experimentales, de diseño propio.

Pasen y conozcan al cordobés que quiso volar en los aviones que él mismo fabricaría. Un personaje reconocido en el mundo de los aeroclubes, pero que puede pasar inadvertido en la plaza de su ciudad.

Origen

“Desde chico, arranqué en la carpintería con mi viejo y con el aeromodelismo como hobby. Un día llegás a construir modelos a un paso de un avión tripulado y ahí se despierta el sueño de sumarle un motor para eso y, por qué no, de subirse y volarlo”. Así, sencillito, explica Víctor su “carrera”.

“Empecé con aeromodelismo en un tiempo en el que no había casi posibilidades de intercambiar datos de nada. Tener que inventar y aprender a prueba y error agudiza el ingenio; había que saber por qué volaba bien uno, y no el otro que hacías”, relata.

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“El primer avión tripulado experimental que hice fue un diseño mío, allá por 1994. No pude comprarle el motor y lo vendí. A partir de ahí, empezaron a llamarme para reparaciones de viejos aviones, en madera, que ya nadie hacía en el país. Mientras, hacía los míos y empezaba a construir modelos a pedido”, explica.

De aeromodelismo construyó más de 130 unidades. “De aviones experimentales de vuelo debo andar en 12 o 13”, remata.

Uno de esos avioncitos es el Canguro, con el que siempre vuela sobre su Almafuerte. A uno que lo ve ahí le sale que es un botecito con alas. Víctor sonríe y acota que ese motor que sobresale y lo hace andar es de una máquina de cortar pasto. Esa cáscara de nuez alada lleva 570 horas de vuelo.

“Yo, sin ser piloto, quise sentir la sensación de volar, además de diseñar y armar aviones que volaran. El Canguro es eso. Muchos me dicen que podría ser más lindo, pero la idea no me la entienden. Yo lo uso para volar acá nomás. Son cachivaches que me enseñaron a hacer volar, a demostrar que se puede con más ganas e ingenio que dinero”, expone.

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El Canguro. El ultraliviano, de diseño propio, que Serda vuela sobre Almafuerte. Casi, un bote con alas.

El Curtis

Serda posa junto a su Curtis. Habla de él como un chico con juguete nuevo. “El Yenny fue uno de los modelos del Curtis. Fue volado por primera vez en 1914. Lo usaban para entrenamiento de pilotos en Estados Unidos. Antes de estos no había cantidades de aviones para entrenarse: fue de los primeros para eso”, precisa.

En el mundo, quedan muy pocos de los originales volando y hay algunos más en museos, parados.

Víctor cree que no hay réplicas como la que acaba de terminar. “Que yo sepa, no hay ninguno hecho así. Este es igual al original, salvo en algunos detalles. No hay planos en ningún lado; lo fabriqué a ojo nomás, viendo fotos y dibujos. Es una réplica muy aproximada, sólo que este tiene un metro menos de alas y otro motor, porque el original pesaba más de 200 kilos, era un V8 de 90 HP, y el que le pusimos es uno nuevo, más confiable, de 80 kilos y 120 HP. En materiales es igual, de madera y tela, y algunos pocos caños de acero. Una adaptación que le hice fueron las ruedas de motocicletas, muy parecidas a las originales. Hacerlo, sin motor, me llevó ocho meses”. 

Cada pieza -salvo el motor y esas ruedas adaptadas- está hecha a mano por Víctor, que lo armó solito, encerrado en su taller. 

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Serda, con el Curtis listo. Y hasta vestido de piloto de época.

“Construí otro parecido, que está volando en Santa Fe, y con el que gané un primer premio en la convención anual nacional de aviones experimentales. A un conocido le gustó mucho y me encargó este”, apunta, en el galpón de un campo cercano a Almafuerte que un amigo le presta para que guarde y pruebe su creación.

El Curtis, de dos plazas, irá pronto a Bahía Blanca, donde vive su comprador. Lo quieren llevar volando. “Ese es otro desafío, con varias escalas para reabastecernos”, indica Serda. Su autonomía de vuelo es de unas tres horas.

Pasión, no negocio

Víctor sigue con la carpintería tradicional. “Pero, últimamente, esto me está consumiendo más tiempo y más deseo. Lo hago mucho más por pasión que por negocio. Yo vivo en forma simple, no necesito tanto. Para mí, lo que importa es darme el gusto”. Así expone su filosofía de vida. “Esto es pasión, no negocio”, subraya, apoyado en su viejo auto Dodge Coronado, reformado por él.

“Si fuera por dinero, habría aceptado ofrecimientos para hacer esto en el exterior. Ni loco me voy de acá. Sólo quiero hacerlo como me gusta y en el lugar en el que quiero seguir viviendo”, recalca.

Cae la tarde y Serda pide ayuda para entrar el Curtis al galpón. “Con cuidado”, implora. El avión de madera y tela queda ahí. Lo despide con una palmadita, como si fuera su cachorro o su caballo preferido.

Al dejarlo, uno se va con la sensación de que, más que ponerles alas a sus aviones, en realidad es Víctor el que tiene alas.

Y vuela.

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En construcción 1. El Curtis, en etapa inicial de carpintería (Victor Serda)

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En construcción 2. El Curtis va tomando forma, en madera (Víctor Serda)

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En construcción 3. La colocación del motor, última etapa (Víctor Serda)

Gentileza: La Voz

 

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