EL GOLPE A ILLIA CONTADO POR UN GRANADERO QUE LO CUSTODIABA

Notas de Color 28 de junio de 2020 Por InfoTec 4.0
Esta es la historia de aquella fecha fatídica para la democracia, narrada por Carlos Rubén Landívar, Granadero clase 1945. Este domingo se cumplen 54 años del golpe que puso a Onganía en la Casa Rosada. Carlos Landívar, Granadero clase 1945,  1ª. Sección – Escuadrón Riobamba, del Regimiento de Granaderos a Caballo Gral. Don José de San Martín. Así se identifica este argentino que vive en San Antonio Oeste, Rio Negro,  y que tiene muy buenos amigos en General Pico.
Landivar Granadero

Después de tantos años, Landívar se decidió a compartir su historia en las redes sociales y sus amigos la hicieron llegar a Maracódigital.net. Aquí la publicamos completa.

EN PRIMERA PERSONA

La fecha del 28 de junio tiene un especial significado para mí, y seguramente para el resto de mis camaradas que hicieron el servicio militar conmigo.

Cada vez que se aproxima ese día, siento como un pequeño hormigueo en mi cuerpo, una deuda con la historia que nunca pude pagar y que tarde o temprano tenía que cumplir.

Quizás sea éste el momento, ya que han pasado muchos años desde aquel 28 de junio de 1966, fecha que nos marcó como hombres y también marcó a la democracia argentina.

Lamentablemente, por nuestra a veces corta memoria, no se ha rescatado este hecho dentro de los importantes hitos de la historia contemporánea. Tan acostumbrada a los atropellos y al descrédito de hombres de bien como lo fue Arturo Illia, los recuerdos han fallado en muchos “demócratas” a quienes esta fecha no les llega.

Estos hechos son los que yo viví y quiero rescatar más allá de mi historia personal.

Servir a la Patria es un orgullo, y hacerlo como Granadero es una sensación especial. A mediados de enero de 1966, recibí el llamado para presentarme los primeros días de febrero en el Regimiento de Granaderos a Caballo. Me encontraba vacacionando en San Antonio Oeste, ciudad donde nací, aunque por aquel entonces vivía en Capital Federal, donde tenía mi trabajo y vivienda.

Me había enrolado en Chubut, porque allí viví parte de mi infancia y adolescencia, y fui llamado desde esa provincia para presentarme.

Landivar Granadero 2
ESCUADRON RIOBAMBA

Cuando llegamos nos enviaron a realizar la instrucción a Campo de Mayo donde estuvimos hasta fines de febrero. De vuelta en el Regimiento nos asignaron escuadrón y sección. Me tocó servir en el Escuadrón Riobamba, que era entonces el escuadrón escolta, el que desfilaba a caballo delante del coche presidencial.

Hicimos contacto con los granaderos de la clase anterior pidiéndoles recomendaciones. Con más experiencia, algunos nos aconsejaron que cuando los suboficiales nos preguntaran qué sabíamos hacer, lo mejor era decir “nada”... y así fue.

Al tiempo entendimos el porqué de esta recomendación: los que no sabíamos hacer nada, seríamos los elegidos para aprender todo lo que tenía que ver con el arte de desfilar y montar, según lo que se pretendía como imagen del Cuerpo.

El primer día, ubicados en nuestra barraca, tomé contacto con quien sería mi compañero en todos los desfiles a caballo: El Apache, un precioso ejemplar identificado con el número 557. Con buena alzada, lindas crines y buen pelaje en su cola, que le garantizaban su ubicación en la parte exterior de la formación.

La rutina del Regimiento comenzaba temprano, tomando confianza con el caballo asignado y con toda la instrucción necesaria para prepararnos para desfiles y guardias, tanto en la Casa Rosada como en la Quinta Presidencial de Olivos.

Nuestra tarea era custodiar al presidente donde se encontrara.

ILLIA, GRANADERO

El Dr. Illia, un hombre bueno, afable, sencillo y honesto como pocos, también había sido Granadero, por lo que conocía los momentos que se vivían en esta fuerza a nuestra edad. Algunos compañeros tuvieron el honor de mantener charlas breves en algún domingo durante sus caminatas en la Quinta. A mí me tocó verlo de lejos en esas circunstancias, salvo cuando las guardias eran en la Casa de Gobierno.

Imposible no recordar los sentimientos al ingresar a la Casa Rosada, este lugar histórico, deslumbrante y que inspira respeto. Las guardias allí eran semanales, de sábado a sábado, por lo que durante 7 días nuestra vida se desarrollaba en ese ámbito.

Éramos 30 Granaderos los asignados para cada una de ellas.

¡Buenos días, mis Granaderos! - nos saludaba cuando ingresaba por puerta Rivadavia con su gran explanada, o cuando nos tocaba hacer guardia en la puerta del ascensor o el despacho presidencial. Mucha disciplina, lo cual agradecí en mi vida civil.

¡SÓLO 20 AÑOS TENÍAMOS ESE 28 DE JUNIO!

Habíamos ingresado el sábado 21 al mediodía y estábamos bajo el mando del Teniente Primero Aliberto Rodrigañez Ricchieri, con antepasados también militares y 24 años de edad, unos pocos más que nosotros. Teníamos claro que, según sus palabras, nuestra obligación como Granaderos era defender al presidente hasta las últimas consecuencias.

Se notaba un ambiente enrarecido. Las crónicas así lo relatan.

Desde la mañana del lunes 27 las noticias del Golpe Militar eran claras. El próximo objetivo sería la Casa Rosada.

Llegó la noche, y con ella un momento que nunca imaginamos vivir. Habían pasado varias horas y empezamos a ver movimientos de tropas en Plaza de Mayo.

Dentro de la Casa Rosada, este joven Teniente Primero nos reunió y su arenga nunca pude borrarla de mi mente: “Soldados, de acá salimos todos vivos o con las botas para adelante“.

Cada Granadero se ubicó en los lugares asignados, dispuestos a seguirlo a pesar de nuestra juventud. Desde nuestros puestos veíamos la Casa Rosada rodeada completamente por el Ejército. Tanques, tanquetas, soldados en posición... y nosotros esperando.

¿Miedo? Creo que no lo teníamos. Miraba a mis compañeros y no veía temor en sus caras. A pesar de las diferencias de fuerzas, el saber que teníamos oficiales y suboficiales decididos nos daba confianza.

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TREINTA HOMBRES

¡Ese Teniente de Granaderos está loco! ¡Treinta hombres contra todo el Ejercito! - cuentan las crónicas que dijo el General Julio Alsogaray al telefonear a nuestro jefe del Regimiento en aquel momento.

Como respuesta a esa aseveración, el Coronel De Elía que era amigo suyo, y había compartido con él 4 años de prisión en el penal de Rawson por decisión de Perón, le dijo que tenía razón, que el Teniente Primero Rodrigañez Ricchieri estaba loco. Pero que también estaba cumpliendo con su deber, con la tradición del Regimiento, y que iba a defender al Presidente de la Nación hasta el último cartucho.

Aun más, le aclaró que aunque la resistencia fuera inútil, no sólo NO iba a ordenarle al Teniente que se rindiera, sino que también él mismo, marcharía en nuestro auxilio apenas sonara el primer disparo.

Alsogaray se quedó mudo. Sabía que ordenar el ataque sería una masacre de Granaderos y civiles que acompañaban al Dr. Illia. Y que eso resultaría contraproducente. Entonces ordenó suspender las operaciones.

Hubo negociaciones y por suerte primó la decisión del presidente Don Arturo Illia, entregando el mando y evitando una verdadera masacre. No estaría yo cronicando estos hechos de haber sido otra la decisión.

Todo pasó muy rápido. Caímos en la realidad cuando llegamos ese sábado al regimiento y nos dieron franco. Sentimos angustia y tristeza por la pérdida de ese hombre digno, que fue el Dr. Illia y por el golpe a nuestra democracia.

Después todo siguió su curso normal... guardias, desfiles a pie y a caballo. Viajando a otras provincias para los actos para los cuales éramos llamados.

Curso normal es un decir, ya que continuó el general Onganía como presidente de facto.

Teniente Primero Rodrigañez Ricchieri:

Ud. fue un ejemplo para quienes servimos bajo sus órdenes. Un ejemplo de demócrata. Quiero manifestarle mi admiración y respeto por la enseñanza que nos dejó. Su actitud ante el golpe militar fue admirable, y tardó demasiados años en ser reconocida (50 años).

Quiera Dios que todos los años, en esta fecha del 28 de junio, todas las fuerzas políticas y el periodismo comprometido con la verdad, conmemoren y rindan homenaje a otra forma de proceder, cumplir la Constitución Nacional como ejemplo que la democracia no se defiende sólo desde el ámbito civil.

Han pasado 54 años, y mucho me gustaría poder darle un abrazo en reconocimiento de todo lo que nos enseñó.

Desde aquella experiencia traumática pero rica en valores, me debo una visita con mis nietos a la Casa Rosada, la Quinta Presidencial y el Regimiento. Espero poder hacerlo.

Eso sí, el orgullo de haber servido a la Patria en nuestro Regimiento de Granaderos a Caballo es imborrable. Como también el recuerdo de mis compañeros y de los Oficiales y Suboficiales que tuve: Nervi, Carbajo, el chaqueño García, Simour y tantos otros. Donde se encuentren, vuela un gran abrazo.

¡Granadero se sigue siendo, aunque pasen los años!

 

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