"AMIGO, YO TE VOY A DONAR UN RIÑÓN"

“Te lo voy a decir así nomás, loco. Sin vueltas. Amigo, yo te voy a donar un riñón”. Alejandro Sosa (59 años) no puede ocultar la emoción. “Me lo dijo así. De una. ‘Amigo, yo te voy a donar un riñón’”, comenta Alejandro que le dijo Sergio Alfaro (55). “¿Se entiende lo que quiere hacer? Es enorme lo que quiere hacer”.

Provinciales12 de abril de 2020InfoTec 4.0InfoTec 4.0
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La Justicia, frente a un amparo que presentaron, les dio el OK. Ahora se deberán someter a nuevos estudios para avanzar con las cirugías que se harán en una clínica de Santa Rosa.

Tienen 43 años de amistad. Sergio tomó la decisión de darle una parte de su cuerpo cuando lo observó con sus brazos vendados por las pinchaduras que recibe, durante tres veces a la semana, en las sesiones de diálisis.

Alejandro, quien sufre de insuficiencia renal terminal hace una década, hace dos años y medio que se dializa. Ya se hizo los exámenes de compatibilidad con el entorno familiar y todos quedaron descartados. 

Dice a Diario Textual que vive en Santa Rosa, que está casado con Mabel Luna y que tiene dos hijas de 30 y 26 años de edad. «Desde los ’90 que soy colectivero», relata. Pasó por las empresas Copal, Micro y Dumas y actualmente es el secretario de Finanzas del sindicato de la Unión Tranviarios Automotor (UTA).  “Esta es una oportunidad que me da la vida para hacer una vida normal”, relata.

Se conocieron en Doblas. Allí vivía Alejandro, en su adolescencia. Y allí iba, de lunes a viernes en micro, Sergio, quien vivía en Quehué y estudiaba en el colegio secundario del pueblo vecino. 

Sergio reside hoy en Toay. Está casado con Alicia Noemí Martínez y tiene cinco hijos y 12 nietos. Fue gendarme y policía y hoy es colectivero en Transporte del Oeste.

Ambos se reencontraron en el gremio de UTA. “Hacía mucho tiempo que no lo veía”, dice Sergio. “Un día vi sus brazos, todos vendados, y le pregunté qué le pasaba. Me contó que se estaba dializando y que esperaba la autorización del Incucai porque no le funcionaba ninguno de sus riñones. Me tocó el corazón porque hace muchos años que nos conocemos y no sabía de ese problema de salud”, explica.

Inmediatamente se decidió a ayudarlo. “Tres veces por semana se dializa. Yo no quiero ver a un compañero así… La decisión la tomé yo y luego lo hablé con mi esposa, quien es jefa de enfermeras en el Hospital Taladriz. Le dije que quería ayudarlo porque lo veía mal. Mi familia me apoyó”, asegura.

Sergio dice que decidió dejar todo en manos de Dios. “Voy a la Iglesia Evangélica Cristina”, cuenta. “Sé que tomé una decisión que es bastante complicada. Porque además puedo correr riesgo de vida. Pero si está en manos de Dios, va a salir todo bien”. 

Los amigos, al no ser familiares, tuvieron que pedir autorización a la Justicia. Así, se contactaron con la abogada Carolina Mercau. Ella, junto a su socio, el abogado Horacio Tanus Mafud, llevaron adelante la petición ante la jueza Susana Fernández para que autoricen la donación de órganos.

En la semana, la jueza autorizó la ablación y el trasplante. La magistrada argumentó que si bien el artículo 22 de la Ley 27447 de Trasplante de Órganos, Tejidos y Células fija limitaciones -autoriza solo en caso de que el receptor sea un pariente consanguíneo o por adopción hasta el cuarto grado, cónyuge o una persona con quien mantiene una unión convivencial-, existente jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia que limita esa restricción. También recordó que la Justicia provincial resolvió en igual sentido un caso de características similares.

“La misión judicial no se agota con la remisión a la letra de la ley, toda vez que los jueces, en cuanto servidores del derecho y para la realización de la justicia, no pueden prescindir de la ratio legis (el propósito que animó al legislador en la emisión de la ley) ni del espíritu de la norma (…) La admisión de soluciones notoriamente disvaliosas no resulta compatible con el fin común tanto de la tarea legislativa como de la judicial”, manifestó Fernández.

Un detalle que debió tener en cuenta la magistrada, porque así lo establece la ley, y que descartó de plano, fue que existiera un ánimo comercial o lucrativo por parte del donante renal. Por el contrario, resaltó el derecho que tiene la persona que realizará “la acción solidaria y altruista de donar una parte de su cuerpo a quien padece una enfermedad incapacitante, crónica y terminal”.

“La donación de órganos es el acto solidario de mayor entrega que podemos realizar los seres humanos”, dijo.

Sergio asiente. “Yo solo quiero ayudar”, dice.

Diario Textual

 

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